Cómo afrontar una Crisis Existencial
Antes que nada, vamos a revisar la etimología de la palabra "crisis". Crisis proviene del sánscrito "skib", que viene a significar cortar, separar y discernir. También proviene de la raíz griega "krisis", que significa decidir. Sabemos que hay tres tipos de crisis. Conocemos las crisis del desarrollo, que son crisis que suceden a lo largo del desarrollo humano, desde la concepción hasta la adolescencia (18-20 años). Se trata de crisis naturales que existen para que podamos crecer y aprender nuevas facultades. Me refiero por ejemplo al parto. El parto es la primera gran crisis, si no ha habido otra antes durante la zona intrauterina. Teniendo en cuenta esto, podemos decir que sin crisis no habría nacimiento, imagínate si es importante una crisis para poder desarrollarte y crecer. Otra crisis del desarrollo se da en el primer año de vida aproximadamente, cuando el bebé inicia la marcha y aprende a caminar; o cuando el niño se hace adolescente, en que también se produce una transformación muy importante a todos los niveles; a esto podemos sumar otros traumas vividos ya sea por shock o impacto, ya sea por traumas del desarrollo en cuanto al tipo de relación establecida con las figuras de referencia. Otro tipo de crisis son las situacionales, que son crisis debidas a un evento externo. El tercer tipo de crisis es la crisis existencial, en la que se pone en cuestión el sentido de la vida. A la crisis existencial podemos llegar, ya sea a partir de una crisis del desarrollo, ya sea a partir de una crisis situacional, o ya sea porque dentro de la persona emerge un proceso que tiene que ver con cuestionarse el tipo de vida que se llevaba hasta el momento.
En la crisis sucede un quiebre de la continuidad, como si hubiera una falla en que de repente algo se transforma y deja de ser igual a como era antes. Sucede algo en nuestro entorno y/o nos sucede algo dentro que puede ser en forma de shock, trauma o impacto; también puede ser un proceso que lleva a una culminación crítica, un evento o situación conflictiva en que tenemos que hacer algo para transformar la situación y transformarnos a nosotros mismos. En definitiva, se pone en jaque el marco de referencia y se produce una ruptura con los puntos de vista habituales. Desde el acontecimiento en sí, la forma de superar los conflictos de la manera habitual a como lo hacíamos se pone en crisis, ya no sirve, tenemos que generar otro tipo de recurso. Al mismo tiempo se produce un desorden. Hasta la persona más mental y controlada sufre un desorden a todos los niveles, sobre todo debido a la carga energética profunda que a nivel instintivo-emocional emerge y se moviliza. A nivel práctico estamos hablando de rupturas con vínculos importantes, separaciones, muertes, pérdidas, enfermedades graves, accidentes, crisis de pareja,… En estas circunstancias emergen importantes cargas energéticas de miedo, tristeza, rabia, desesperación, incertidumbre, confusión, caos, impotencia, desamparo, ansiedad, angustia, irritabilidad, incluso manifestaciones psicosomáticas que producen algún tipo de malestar, disfunción o enfermedad.
Bajo mi punto de vista, la crisis puede afrontarse desde dos vías: la vía involutiva y la vía evolutiva. Esto no quiere decir que tengamos que ir siempre por una vía. Desde una vía se puede acceder a la otra y desde la otra a la una. En la vía involutiva nos resistimos a aceptar lo que está sucediendo y sobrevivimos tirando para adelante como podemos. En este caso nos endurecemos, nos desconectamos del cuerpo-mente en alguna medida, y aumentamos las defensas respecto a nuestra parte más auténtica y respecto a nuestras relaciones. Por la vía evolutiva, salimos fortalecidos con nuevos recursos y capacidades, y la vida adquiere nuevos sentidos. Por la vía involutiva la persona siente un rechazo y una negación de las circunstancias críticas, es decir, de alguna forma las rechaza, no las acepta, no quiere que existan. Se pregunta por qué, pero no asume lo que está sucediendo. Desde este lugar también se adoptan conductas de evitación o de escape. Sabemos que la sociedad de consumo en que vivimos nos ofrece una amplia gama de posibilidades para desconectarnos de nosotros como internet, televisión, series, drogas, compras,… En este caso la crisis se afronta desde la queja, desde el victimismo y desde el buscar un salvador por un lado, y por otro lado también puede afrontarse desde el culpar a otro o a otros o a las circunstancias que la persona está viviendo en su crisis personal. De esta forma, las cargas emocionales encuentran una manera de descargarse, pero así no se llega a ningún lugar constructivo. La persona no asume la realidad tal como es, no asume su responsabilidad sobre esa realidad, siente desconfianza profunda hacia el otro, así como una soledad profunda, biográfica, con un registro histórico en que cuando ha necesitado a alguien, ese alguien no ha estado o no ha estado como la persona necesitaba. Desde esta vía, la poca ayuda profesional que se contempla es la medicación y las soluciones milagrosas, algo así como un remedio que saque a la persona de asumir esa responsabilidad sobre su vida. Ciertamente, la medicación puede ser necesaria en un momento dado, pero desde ahí no se realiza un proceso consistente que lleve a la persona a crecer, a aprender, a que emerjan nuevas potencialidades. Con la medicación apagamos el síntoma y seguimos más o menos igual; sobrevivimos a la tormenta, si es que sobrevivimos, y poco más. Como consecuencia, podemos decir que la crisis abordada desde este lugar se convierte en una crisis irresuelta que suele derivar en diferentes tipos de neurosis y trastornos, ya sea ansiedad, angustia, depresión, adicciones, psicosomatizaciones,… En los peores casos podemos hablar de psicosis, que es donde se produce un cierto tipo de contacto con la locura, o de suicidios. Pero lo negativo no es la crisis, sino cómo la afrontamos.
Por otro lado tenemos la vía evolutiva. Esta vía se resume en la frase de un actor que todos conocemos, Antonio Banderas. Él padeció una crisis en el año 2019. Nos dejó la siguiente frase: "El ataque al corazón me salvó la vida". En esta vía, la crisis se afronta con madurez y flexibilidad. Se acepta, se asume y se encaja la realidad tal cual es, no la realidad que nos gustaría, y se acepta, se asume y se encaja que debemos tomar decisiones que nos llevarán a una cierta renuncia, que por supuesto será dolorosa pero inevitable. A partir de ahí habrá que dar espacio a los procesos emocionales que emerjan, pero desde la responsabilidad, no desde la descarga pura y dura. De esta forma se despiertan y se desarrollan recursos y potencialidades, y se aprende a estar con el dolor. Esto es algo yo diría que desconocido para la globalidad de nuestra sociedad, estamos en el sufrimiento pero no sabemos estar con el dolor. Desde aquí quizá no podemos influir o modificar la realidad externa, las circunstancias tal como son, pero sí podemos modificar la realidad interna y de alguna forma situarnos desde otro lugar, es decir, se asume la responsabilidad de lo sucedido y se aprende de ello.
Este proceso que aparentemente puede ser sencillo, realmente es complejo, largo y doloroso. El dolor en un proceso crítico no nos lo evita nadie. Nos podemos defender de sentir ese dolor, pero el dolor está ahí. En esta vía evolutiva es crucial, si no sabes hacerlo solo, pedir ayuda profesional. Un tipo de ayuda que pueda sustentarse en el proceso instintivo-emocional doloroso que emerge. Necesitarás a alguien que realmente esté, alguien que realmente escuche, lo que no es normal, alguien que realmente respete tus procesos y tus tiempos; y necesitarás tiempo para que lo que está sucediendo en esa crisis pueda ser procesado. Esto no se resuelve en un curso de un fin de semana, leyéndome dos libros de autoestima o yendo a tres sesiones de terapia, necesitarás a alguien en quien confiar para adentrarte en tus pensamientos, tus sentimientos, tus emociones, y sobre todo llegar al dolor, que suele estar escondido, tanto el actual como sobre todo el biográfico. Si no enfocamos de alguna forma el dolor biográfico, que pertenece a la persona más allá de las circunstancias, no podremos llegar a la raíz del dolor y del daño que la persona está sufriendo. Asimismo, será necesario ordenar el caos, despejar el cuerpo-mente a partir de drenar las cargas emocionales que tenemos; así se amplía la conciencia y se da el tiempo para que desde todo lo elaborado puedan surgir decisiones realmente maduradas que no sean impulsivas. En definitiva, tanto si quieres como si no, vivirás varias crisis en tu vida, y será necesario que aprendas a llevarlas de la mejor manera. Cada crisis es un mundo y cada caso está lleno de matices únicos, yo aquí solo pretendo dar esas dos pistas generales, sobre todo de la vía evolutiva y la involutiva, para que de alguna forma nos situemos en un lugar desde el cual podamos salir fortalecidos de la crisis.