Personas Tóxicas. ¿Tú lo eres?
Hoy voy a hablarte de lo que se considera personas tóxicas. Navegando por internet he visto que se elaboran auténticos catálogos de personas con determinadas características, a las que se considera poco menos que lo peor de lo peor: se les llama personas a evitar, te dan pautas para saber cómo identificarlas, incluso hay tests para averiguar si eres una persona tóxica.
Que podamos situar todas esas características fuera de nosotros en algún otro, de alguna forma nos libera de "pecado", es decir, le otorgamos al otro unas características negativas, le culpamos, lo sentenciamos, nos agarramos a ello como una verdad absoluta, y nos situamos en el lugar del bien para dejar al otro en el lugar del mal, como si ese mal no tuviera nada que ver con nosotros. Esto que digo, en un momento u otro considero que lo hacemos o lo hemos hecho todos. Es decir, me agarro a algo que me duele de lo que hace el otro, me cargo de razones para ponerme en su contra, de alguna forma hago circular mi rabia, que es mía, focalizada en esa persona, y le culpo de todos mis males. Ciertamente, puede haber personas con determinadas características con las que realmente nos cuesta relacionarnos, incluso directamente preferimos no relacionarnos. Y esta bien si así se decide. No obstante, te invito en esta entrega a tomar un poco de perspectiva y reflexionar sobre esta cuestión que nos afecta a todos, para ver si a partir de ahí podemos tratar de ir un poco más allá.
Como decía, navegando por internet he visto cómo, sobre todo en páginas o portales de psicología, se cataloga determinadas características de la personalidad de otro que se consideran tóxicas. De tal forma que personas tóxicas pueden ser: personas adictas o dependientes, personas teatrales y dramáticas, personas soberbias, prepotentes y arrogantes, personas críticas con los demás, personas que siempre tienen la razón, el chismoso, el que compara, el que habla mucho y escucha poco, el que se queja, el que te responsabiliza de su situación, el negativo, el envidioso, el celoso, el interesado, el ansioso, el que te hace elegir bajo amenaza de abandonar la relación, el mentiroso, el autoritario, el que corta la comunicación haciéndose el ofendido, el manipulador, el que te ignora, el que trata de controlar a los demás, el egocéntrico que solo piensa en sí mismo, el que se hace la víctima, el que tiene cero autocrítica, el poco empático, el narcisista, el causante de mi fracaso, el poco evolucionado, el incoherente, el insensible, el ignorante, el poco atento, el desagradecido,… y así podría seguir y seguir, pero me voy a detener aquí, creo que ya es suficiente.
A partir de aquí yo me hago algunas preguntas, y te invito a que tú también te las hagas. ¿Tú realmente consideras que estás libre de toda esta retahíla de características de personas tóxicas que te acabo de describir? ¿Te lo puedes plantear? Si me respondes que sí, que estás libre de todas estas características, yo te diría: ¿puedes volver a leer esta parte? Si tienes un mínimo de capacidad autocrítica, estoy convencido de que te habrás identificado, en alguna medida, con algunas de estas características. Yo al menos, en un momento dado me puedo identificar con unas cuantas. De todas formas, aquí lo importante considero que no es tanto si tienes más unas características que otras, sino qué haces, qué hacemos con esas formas de relacionarnos que pueden ser perjudiciales para nosotros mismos y para nuestro entorno. Es decir, ¿por qué nos podemos relacionar desde ahí en un momento dado?
Por lo que he podido comprobar, estas formas de relacionarnos consideradas tóxicas, realmente pueden ser tóxicas porque nos intoxican a nosotros mismos e intoxican a nuestras relaciones. Y suelen verse cuando nuestras necesidades se ven de alguna forma amenazadas. Ahí cada cual tiene su forma de defenderse del otro a partir de cualquiera de estas actitudes. De modo que si consideramos todas estas actitudes que acabo de mencionar como tóxicas, deberíamos afirmar que vivimos en una sociedad y en un universo relacional tóxico a causa de las taras personales de las que debiéramos responsabilizarnos para que la toxicidad no se salga de madre y nos acabe enfermando, si es que no nos ha enfermado ya de algún modo.
A partir de ahí, está bien ver y tratar de tomar conciencia de cómo y cuándo el otro está intoxicando una relación para poder responder de alguna forma. Es decir, el otro puede actuar así, pero… ¿cómo te sitúas tú ante ese otro? Si es que te puedes situar… Y todavía está mejor ver y tomar conciencia de cómo y cuándo soy yo quien intoxica una relación, porque a partir de ahí, yo directamente puedo hacer algo con ello. En muchas ocasiones, vemos que el otro hace algo tóxico y en lugar de decirlo, reaccionamos con algo tóxico también para liar un poco más la cosa. En ese sentido, no confiamos en que el otro pueda ver o pueda escuchar que aquello que está haciendo nos molesta, quizá desde ahí reaccionamos sin más o vamos permitiendo que la relación se vaya cargando hasta que la gota colma el vaso y todo explota.
Tanto en el caso de que sea el otro quien intoxica como en el caso de que seas tú quien lo hace (eso es más difícil de ver) lo que está claro es que ahí puede emerger un conflicto. Si evitas ese conflicto, no hay nada que aprender de esas experiencias disfrazadas de desagradables, que en el fondo son un regalo para tu evolución. A veces es necesario pasarse unos cuantos años evitando ese conflicto, pero hay un momento en que ya no quieres mirar para otro lado y tomas las riendas, ese es el momento en que te responsabilizas de tu vida.
De manera que si en un momento dado logramos alcanzar una cierta perspectiva de las situaciones, podemos considerar que el otro también soy yo. ¿Por qué me encuentro justamente a ese otro que me toca justo ahí donde tanto me molesta? Tampoco debe ser la primera vez que me pasa, quiero decir, que hay algo mío que reacciona ante determinadas situaciones que se me repiten. ¿Qué puedo hacer con todo eso? Bajo mi punto de vista el reto es ese. Lo fácil es hacer una lista de lo tóxicas que son las personas, el otro, los otros, y ofrecer recetas para saber cómo evitar a estas personas, en lugar de aprender a afrontarlas. El reto entonces es tomar conciencia y transformar los patrones que están dentro de mí que me ligan a determinadas relaciones. Porque si eso no se trasciende desde dentro, lo que está fuera sigue ahí, no se va, es atraído por lo que uno lleva dentro, tanto por la contracción corporal y visceral, que es tuya, como por la información instintivo-emocional y relacional que contiene, que también es tuya.