Qué es la Atención (2ª parte)
En esta segunda parte sobre la atención, vamos a diferenciar entre dos tipos de atención. A una la llamamos atención positiva o de calidad, y a la otra atención negativa o Low cost, así creo que se entiende mejor. La atención positiva es una atención relajada, receptiva, persistente, no se dispersa, se enfoca en aquello que se tiene que enfocar y permanece ahí sin distracciones. Escuchas o miras, y atiendes desde un respeto, una tranquilidad y una calma interna. La atención se puede dirigir a una persona, a un ser vivo, a una actividad, o a una cosa, un objeto al que le prestamos atención. Y mientras atiendes ahí, te atiendes a ti también, a lo que resuena en ti, pero en este caso no hay una reacción o una respuesta inmediata. De modo que no atiendes solo desde tu cabeza o desde tu razonamiento, sino que implicas además todo tu cuerpo y tu ser a través de tus sensaciones, por tanto, a través de sentirte. En algún momento respondes y te relacionas, y desde ahí se genera una intimidad de la que tu ser se nutre. Si no tienes alguna referencia de algún vínculo sostenido en el tiempo y constante que te haya podido ofrecer este tipo de atención, difícilmente podrás ofrecerla tú. La atención de calidad se puede ofrecer cuando se ha recibido, porque si no se ha recibido desde la relación humana, no hay registro interno para poderlo ofrecer, por más esfuerzo que pongamos. Un aparato tecnológico o una aplicación, por ejemplo, no te ofrecen ninguna atención, más bien te la pueden quitar y absorber, por tanto, tampoco no te pueden ofrecer ningún tipo de registro a ese nivel. A los aparatos y apps les prestas tu atención y lo más que te pueden ofrecer es un servicio.
Por tanto, la atención positiva o de calidad es una cualidad humana que solo puede transmitir un humano. Para que así sea, se requiere que en esa relación se haya establecido una determinada vinculación afectiva. La vinculación afectiva necesita tiempo y constancia para establecerse. Esta es una de las bases del proceso terapéutico, que va más allá de solucionar un problema o un síntoma puntual. Realizar un proceso terapéutico consistente y de calidad requiere del establecimiento de una vinculación afectiva entre el terapeuta y el paciente. La mayoría de psicólogos y terapeutas que no tienen ese registro, ni desde la familia ni desde su proceso terapéutico personal, este tipo de atención positiva difícilmente la pueden ofrecer. Desde esa atención, al final de la interacción, si uno se da un tiempo para sentirse, uno se siente nutrido, relajado, uno siente que allí donde la energía estaba estancada en el cuerpo, esta vuelve a circular dejando una sensación de haberse activado algo dentro, que al mismo tiempo tiene un matiz de tranquilidad, incluso de cierta alegría, porque está anclada en el cuerpo.
Por el otro lado tenemos la atención negativa, que es la predominante en nuestra sociedad. La podemos llamar también Low cost, porque con la atención justa y mínimamente necesaria uno va tirando. En este caso la atención tiene algún grado de tensión, no está realmente disponible. Se trata de una atención que se enfoca con dificultad, se dispersa, y suele estar en más de un lugar al mismo tiempo. Suele tener un trasfondo ansioso y acelerado, huidizo, como si tratara de desenfocarse e ir a otro lugar. ¿Te suena algo esto a lo que nos pasa con internet, las aplicaciones y las redes sociales online? Es una atención básicamente mental que no acoge desde el cuerpo y desde el sentir, sino que rápidamente se dirige a otros estímulos: la persona está ahí, la puedes ver, pero en realidad su atención no está, por tanto la persona da la sensación de que tampoco.
A nivel de relación humana, en estos casos la atención es precaria, no hay tiempo. A nivel de desarrollo humano, muchas personas se han socializado dispersando esa atención en grupos sociales por la carencia de registro de esa intimidad tan necesaria que ofrece la atención positiva. Cuando la criatura necesita atención, y necesita mucha, si los que son responsables de ofrecérsela no están o están lo justo y lo mínimamente necesario, la criatura o bien se quedará sola y en alguna medida se aislará, o bien saldrá a relacionarse para despistarse de lo que le pasa. Hacia aquí nos conduce la sociedad actual desde hace ya casi un siglo, extrayendo energía de la esfera íntima y de crianza, y estimulando en función de las condiciones socioeconómicas establecidas, la esfera profesional y social. No hay tiempo para ser y estar, eso se puede considerar incluso una pérdida de tiempo, no es productivo, hay que estar siempre ocupados, haciendo, con multitud de estímulos… pensar y hacer, pensar y hacer, pensar y hacer, y hablar, hablar, hablar… sin presencia real y consistente. Es curioso que tomemos a la naturaleza como modelo para cantidad de inventos y creaciones, pero no parece que hayamos observado que en la naturaleza todo es y está sin más. Ser y estar, así como sentirse, simplemente, y atender a eso, no es productivo, por tanto se ha devaluado, como se ha devaluado también la atención de calidad.
Con todo lo expuesto, habrás entendido que la sociedad en que vivimos promueve una atención Low cost desde la más tierna infancia, y por poco que te descuides, esa inercia te pasará por encima y arrasará contigo y con tu atención. Hasta para eso hay que estar atento. La buena noticia es que estás a tiempo de hacer algo al respecto. Por más estímulos que nos invadan, tu atención es tuya y de ti depende su calidad.