El Silencio y la Conexión con uno mismo

06.12.2022


En la sociedad sobrestimulada en que vivimos, el silencio es ese desconocido a quien todo el mundo teme porque no se sabe por donde nos puede salir, tanto cuando estamos solos, como cuando estamos acompañados.

Cuando estamos solos y tratamos de sentirnos sin despistarnos o entretenernos con cualquier cosa, podemos acceder al silencio. El silencio al que me refiero no se considera si hay ruido mental o emocional. Hay personas que consiguen acceder a través de la meditación o la relajación, con más o menos esfuerzo, pero tampoco hace falta para alcanzar ese estado. Lo necesario es estar conectado al cuerpo y sentirlo sin más. Desde ese nivel estamos conectados a nosotros mismos y a todo, nos sentimos, y desde ahí entramos a formar parte de otro lenguaje.

Llegar ahí no es sencillo, sobre todo hace falta querer llegar. Una persona media está invadida por pensamientos constantes, imparables, como si la mente estuviera activada o sobreactivada sin capacidad de contenerse. Hay una intranquilidad respecto al silencio, como si en todo momento hubiera que estar hablando y llenando cualquier circunstancia con palabras, distracciones, acciones o con algún tipo de ruido exterior. Ciertamente, la mayoría no se plantea que pueda ser de otra forma, quizá por incapacidad, por ausencia de registro positivo, o quizá por no considerarlo valioso: estar en silencio o sin hacer nada suele ser desvalorado y calificado como una pérdida de tiempo o un sinsentido. Por otro lado, también puede estar asociado a algo negativo que puede pasar en ese silencio, se conoce como horror vacui, el horror al vacío, que como la misma expresión indica, es un miedo-terror al vacío, a la nada.

Acallar o silenciar el ruido mental es abrir una puerta a otro lenguaje, el lenguaje de las sensaciones, de las percepciones y del sentir. Este tipo de lenguaje está constantemente taponado por pensamientos, ya desde bien pequeñitos nos enseñan a desconectarnos de todo ello y a pasarlo todo por la mente y la racionalidad. En consecuencia, acceder a esta otra dimensión del ser es todo un aprendizaje, pues los pensamientos muchas veces circulan como en un callejón sin salida, desconociendo que la salida a tanta preocupación está precisamente en conectarse al cuerpo y entrar en el universo personal del sentirse sin más.

Si nos permitimos y nos damos espacios para estar ahí, al principio puede ser difícil, sobre todo si no tenemos registro, y sobre todo porque el registro que tenemos es el de sentirnos mal si nos paramos a sentir. Así es como adquirimos el hábito incuestionable de pensar desde lo que sentimos, esto quiere decir que en lugar de sentirnos, damos vueltas y vueltas a pensamientos en un bucle sin salida que proceden desde esa emoción que no nos dejamos sentir en el cuerpo.

Así por ejemplo, en terapia, cuando el paciente está atrapado sin salida en sus pensamientos, se le puede invitar a sentirse, a contactar con su cuerpo y con lo que siente en su cuerpo. Desde el silencio que ahí se genera, se crea un espacio para que pueda discernir desde qué emoción está pensando lo que piensa, y que pueda estar ahí y sienta esa emoción o emociones que no logra conectar. Es a partir de ahí que se moviliza la energía atrapada en lo mental para procesarse desde la emoción y desde el cuerpo. De otra forma, la carga energética atrapada en la cabeza no circula.

En la hipocondría por ejemplo, que es un mecanismo mental de preocupación con un trasfondo emocional de miedo o pánico, para salir de ahí es necesario que la persona pueda acceder a eso que siente para que desde el cuerpo se pueda procesar la carga energética de miedo. Si eso no se produce y la persona queda atrapada por los pensamientos sin salida, esos pensamientos con el trasfondo emocional de miedo pueden derivar sobre todo en tensión y contracción corporal, pero también en ansiedad, en recurrir a algún tipo de conducta adictiva, en insomnio, en obsesión... Se produce un desgaste energético inmenso que puede llevar a somatizaciones de todo tipo si la carga es importante, de modo que no es extraño que se haga realidad aquello que la persona tanto teme, que es enfermarse.

Una vez drenada y movilizada esa energía desde el cuerpo y el sentir, la sensación física, corporal, mental y emocional se transforma, las revoluciones y la intensidad disminuyen, y podemos conectar en alguna medida con un estado de paz, de calma y serenidad que nos conecta realmente a nosotros mismos. Ahí estamos realmente presentes, desde ahí se toman acciones y decisiones inteligentes, porque se toman desde un lugar conectado, no desde el miedo o la rabia por ejemplo. Una vez sentidas y procesadas las emociones, estas ya no enturbian la claridad necesaria para la acción o la decisión que debe tomarse, y desde esa presencia, las palabras cobran sentido, y nos podemos realmente escuchar a nosotros mismos y al otro sin interferencias. Es más, desde la concepción iniciática se considera que al sentir esa emoción en lo sutil y al dejarla ir desde ahí, las circunstancias negativas que te puede despertar la emoción atrapada dejan de manifestarse en lo real, es decir, tienen menos posibilidades de materialización.

Soy consciente de que puede ser complejo entender lo que trato de transmitir, porque para realmente comprenderlo es necesario vivir y registrar la experiencia en compañía. Tenemos una habilidad increíble para huir de nosotros mismos y no sentirnos, estamos muy bien defendidos del cuerpo y de lo que sentimos para vivir constantemente en nuestros pensamientos y en todo tipo de distracciones. Si tratas de vivir esta experiencia y no puedes sostener aquello que sientes, o se te hace muy difícil, es evidente que necesitarás ayuda. Escuchemos el silencio. Porque ahí estás tú. De ahí emana todo y todo va a parar ahí.