Voz interior propia Vs Voz interior ajena
Si no tienes claro si el diálogo interno que se produce dentro de ti, contigo mismo, es realmente la voz propia, la realmente tuya, la auténtica, o si más bien se trata de una voz interior invadida por mandatos, posiciones, emociones y sentimientos que has hecho propios, pero que son ajenos a lo que tú eres en realidad, en esta entrega vamos a adentrarnos en las diferencias para que de alguna forma puedas tomar algo más de conciencia al respecto. No confundas la voz interior con el diálogo interno, la vocecita en la cabeza que nos acompaña siempre.
Para entender de qué se trata cuando hablamos de voz interior, hay que partir del desarrollo humano, que es desde donde tanto la voz interior como el diálogo interno se van construyendo o confundiendo en función de cómo procesamos las respuestas del entorno a nuestras necesidades y a nuestras emociones. Esta cuestión es tan compleja que nos podríamos pasar horas desarrollándola. Pero eso no va a ser posible, así que voy a tratar de realizar una aproximación sintetizada lo más clara posible para que se pueda entender un poco más a lo que me refiero cuando hablo de voz interior. Antes de continuar, es necesario dejar claro que la voz interior propia es distinta a la voz interior ajena y al diálogo interno constante que se da en nuestra cabeza.
Como digo, tanto la voz interior como el diálogo interno que mantenemos con nosotros mismos se va construyendo o confundiendo a medida que se desarrolla el vínculo y la vinculación afectiva con nuestros padres a lo largo de la infancia y de la adolescencia. Para que yo pueda construir una voz propia conectada a mí y a quien realmente soy, voy a necesitar, de entrada, que esa vinculación se establezca de la forma más sana posible. Como que todos en alguna medida tenemos esa vinculación dañada, en alguna medida también tendremos esa voz interior tergiversada, de modo que ya no es voz interior propia, sino que más bien será una voz interior ajena. Desde ahí andaremos en alguna medida perdidos en nuestro diálogo interno y desconectados de nosotros mismos.
De manera que si esa vinculación afectiva con los padres está teñida de miedo, por ejemplo, yo me relacionaré desde ahí, tanto en el círculo familiar como fuera de él, y difícilmente estableceré relaciones basadas en la confianza; si esa vinculación afectiva está teñida de tristeza, de queja, de frustración, me vincularé con otras personas desde ahí, pendiente de lo que me falta o de lo que el otro no me da; si está teñida de culpa, me situaré desde ahí en mis relaciones; si está teñida de rabia o de indignación porque, por ejemplo, no me he sentido reconocido o respetado en mi desarrollo, pues estableceré relaciones de poder inconscientes con mi entorno. Todo esto tiene muchas variantes, hay aspectos que incluso pueden estar imbrincados unos con otros, aquí lo explico sin demasiado detenimiento, solo para que de alguna forma pueda entenderse.
Ahora bien, esto que acabo de decir, ¿qué tiene que ver con mi voz propia? Tiene que ver en cuanto a que la tapona. Desde estas experiencias estamos desconectados de ella y de nuestro sentir profundo. A cambio, nos quedamos con un diálogo interior, mental, que también podríamos considerar como voz propia ajena, pués está condicionada por posiciones y experiencias que me enajenan de conectarme realmente a mí mismo, haciendo su ruido de fondo durante todo el día. De modo que si esa vinculación afectiva está teñida de miedo, mi diálogo interno va a estar muy condicionado a situar mi atención afuera en los posibles peligros, mis pensamientos estarán ocupados por esa rumiación, generando tensión en mi cuerpo, en mi cabeza sobre todo; si la vinculación afectiva está teñida de tristeza que a lo largo de mi desarrollo no he podido procesar, pues hay muchas opciones, estoy tratando de ser lo más sintético posible. Si está teñida de tristeza por la soledad que llevo dentro o por las pérdidas pendientes de procesar, o porque no me he sentido atendido, puedo tirar, por ejemplo, hacia una personalidad afincada en la queja de lo que el otro no me da, por lo tanto mi diálogo interno puede estar entretenido gastando energía en eso. Posiblemente también estaré pendiente de lo que no tengo, de lo que me falta, puedo estar instalado en la frustración de no sentirme merecedor de lo que quiero… y desde ahí voy pensando y procesando la realidad a través de mi diálogo interno cotidiano y de esa voz propia enajenada; desde la pereza, por ejemplo, puedo tener un carácter que tiende hacia la depresión, no tengo fuerza ni energía para hacer nada, nada me motiva porque estoy desconectado de mí y de lo que me interesa. O de repente algo me motiva, pero no tengo la fuerza suficiente como para sostener los obstáculos y frustraciones que se me presentan… En todas estas circunstancias y otras muchísimas, esa voz interior propia está enajenada, está distraída y muy difícilmente la podré atender porque está invadida de todas estas cuestiones.
La voz interior propia conectada a la realidad necesita de una personalidad, que aunque solo sea por momentos, no esté intoxicada o invadida de cargas emocionales, de preocupaciones o de carencias por satisfacer. La conexión con esa voz interior propia se produce en esos momentos en que nos sentimos tranquilos y en paz. La voz interior propia no anda perdida en lo que el otro hace o deja de hacer, la voz interior propia me habla básicamente de mí y de lo que me sucede a mí, no anda perdida en lo que hacen los otros. Se trata más bien de una voz no muy habladora, una voz simple, directa, limpia, una voz que nos llega y nos habla con suavidad, pero con mucha certeza y claridad, sin dudas… Es también una voz profunda, sin decoros, constructiva, creativa, inclusiva, genera harmonía y bienestar, es una voz amorosa, sabia, incluso diría espiritual, trascendental, como si estuviera más allá de este plano, pero conectada a nosotros a través de un campo de conciencia. La podemos reconocer cuando de repente tomamos conciencia de algo, también cuando nos llega la certeza de la decisión o de la dirección a tomar en un momento dado. La paradoja de escuchar a la voz interior propia es que requiere silencio para poderla escuchar, así que si no te das tiempo de silencio, sobre todo de silencio mental, difícilmente la podrás escuchar.
Ahora bien, ¿entonces la voz interior ajena qué es concretamente? - podrías preguntarte. La voz interior ajena, que como digo, también pasa a formar parte del diálogo interno mental cotidiano, se fundamenta en las cargas emocionales pendientes de procesar y en las carencias propias de una vinculación afectiva tóxica o defectuosa, y tiene que ver con maneras de pensar, maneras de vivir y maneras de ver la realidad ajenas, de otros. Tiene que ver con estructuras mentales, cognitivas, que nos hacen vernos a nosotros mismos, a los otros y a la realidad de una manera que no es nuestra, aunque la hemos hecho nuestra para sentirnos aceptados o para sentir que formamos parte, limitando asimismo nuestro potencial de crecimiento y evolución. Así por ejemplo, si he recibido poca atención a lo largo de mi infancia, pues quizá mi única salida haya sido atender yo a los que me tenían que atender, de manera que así yo pueda obtener algo de la atención o del reconocimiento que necesito, aunque en esa dinámica es evidente que la persona se enajena de sí misma, ahí la persona solo cuenta indirectamente y tiene su energía y su atención puesta en los otros antes que en sí misma. Otro ejemplo podría ser en los casos en que los niños y niñas reciben mucha crítica y exigencia, y muy poco o nulo reconocimiento. Ahí mi voz interior va a estar enajenada por esa historia y me voy a estar criticando a mí mismo y a mi entorno exigiendo y exigiéndome un ideal al que nunca llego. Desde estos registros que comento en estos ejemplos, nos hemos situado en la vida desde un diálogo interno que nos enajena de nuestra voz interior propia, que es esa voz a la que todos tendríamos acceso si hubiéramos recibido la atención, el respeto y la consideración que merecemos. Para sentirnos aceptados, atendidos, y para sentir que pertenecemos y no nos excluyen, hemos tenido que desconectarnos de nosotros mismos aparcando nuestro potencial más genuino, nuestra forma de ser más personal, única y auténtica, para incorporar toda una serie de principios y posturas que no son nuestras, pero que hemos hecho nuestras.
¿Cómo se puede transformar todo esto? Lo primero sobre todo es querer realmente transformar los patrones que nos perjudican, porque si a mí ya me está bien así, pues me quedo como estoy y ya está. Si uno realmente desea transformar esos patrones, para empezar tendrá que abordar las desconfianzas que no le permiten confiar en alguien para pedir ayuda. Una vez trascendido ese primer obstáculo de desconfianza, pues tendrá que comprometerse y responsabilizarse de su propio proceso personal. Desde mi punto de vista y desde mi experiencia, la forma más consistente de transformar y de deshacernos de todo aquello que no es nuestro pero que hemos hecho nuestro por necesidad, es realizar un proceso terapéutico comprometido con un terapeuta que haya visitado todas estas zonas y las haya podido transformar en buena medida. A partir de estar ahí y de atenderte con respeto y consideración, respetando tus tiempos, se irá generando en ti una vinculación sana con nuevas referencias que te permita transformar la vinculación defectuosa que en alguna medida te ha desconectado de ti mismo, de tu realidad auténtica y de tu voz interior. Porque tu voz interior propia está en ti y permanece en ti, aunque le hayas hecho oídos sordos durante años. La voz interior ajena no solo afecta negativamente a tu salud mental, también afecta a tu salud emocional y a tu salud física. No es lo mismo estar en posesión de una voz interior respetuosa contigo mismo, que estar en posesión de una voz interior que no hay forma de que te deje en paz. Tu voz interior propia está ahí, dentro de ti, y sigue ahí y seguirá ahí presente hasta que la escuches y la atiendas, o lo que es lo mismo, hasta que te escuches y te atiendas.